Ante la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II ayer 27 de abril, Jornada de
Vocaciones Nativas, el director nacional de Obras Misionales Pontificias,
Anastasio Gil, a través de un comunicado, expresa la alegría y satisfacción por
estos dos nuevos santos que fueron “Misioneros por vocación”.
“Quienes
trabajamos de un modo especial en el ámbito de la misión, compartimos, como no
podía ser menos, la alegría de toda la Iglesia por la canonización de Juan XXIII
y Juan Pablo II. Pero, además, desde la Dirección Nacional de Obras Misionales
Pontificias, entendemos que este gran acontecimiento se convierte para nosotros
en un desafío y una satisfacción extra. El desafío es seguir la estela misionera
que ambos trazaron con su Magisterio y su vida; y la satisfacción es el
convencimiento de que en estos dos enamorados de la Iglesia misionera, abierta a
la humanidad, contaremos con dos grandes intercesores. La coincidencia del día
de la canonización con una de las grandes fechas misioneras para la Iglesia en
España, la Jornada de Vocaciones Nativas, nos da pie para ofrecer dos breves
pinceladas sobre estos dos nuevos santos que fueron "Misioneros por
vocación".
Con
sus viajes y sus documentos, especialmente la encíclica Redemptoris missio
(1990), Juan Pablo II consiguió hacer visible para todos, creyentes y no
creyentes, que el Papa es "el primer misionero". De él recordaremos solo la
sencillez con que supo mostrar el lazo que une a los misioneros con las
vocaciones sacerdotales y religiosas de los territorios de misión. En su Mensaje
para el DOMUND de 1980, tras recordar cómo, incluso "donde se ponen trabas a la
predicación de la Palabra, la simple presencia del misionero, con su testimonio
de pobreza, de caridad, de santidad, constituye por sí misma una eficaz forma de
evangelización", expresaba así su agradecimiento a los misioneros y misioneras:
"Con inmensos sacrificios y entre dificultades de todo tipo, esparcen la semilla
de la Palabra de la que procede después el desarrollo de la Iglesia y su arraigo
en el mundo. Y el fruto más consolador de esta obra heroica e infatigable de los
misioneros es el maravilloso florecimiento de jóvenes y fervientes comunidades
cristianas, de cuyo humus brotan vocaciones sacerdotales y religiosas, que son
la esperanza para el futuro de la Iglesia".
En
el caso de Juan XXIII, nuestro recuerdo roza casi lo íntimo del hogar misionero
que es esta Dirección Nacional. El Papa del Vaticano II, que trabajó siendo aún
sacerdote en Roma en las Obras Misionales Pontificias de 1921 a 1925, fue
consagrado obispo el 19 de marzo de este último año. Es emocionante saber que el
recordatorio de su consagración episcopal llevaba como imagen la de la Reina de
las Misiones. Tan en el corazón llevaba esta advocación de la Virgen que su
encíclica Princeps Pastorum (1959) -donde, por cierto, se ocupa de modo muy
especial de las vocaciones nativas- es el primer documento misionero pontificio
donde se invoca a la Virgen con este título. Pues bien: esa imagen de la Virgen
de las Misiones del recordatorio del arzobispo Roncalli, que él mismo rogó que
le pintaran las hermanas Franciscanas Misioneras de María de Roma, es la que
hoy, ampliada en una estampa antigua, sigue acompañándonos con su presencia
maternal en la capilla de la Dirección Nacional de las Obras Misionales
Pontificias.
Que
nuestros nuevos santos intercesores, junto a la Reina de las Misiones, sigan
iluminando el trabajo de los misioneros; el de los sacerdotes, religiosos y
religiosas cuya vocación surge en los territorios de misión; y, en definitiva,
el de toda la Iglesia, misionera por naturaleza, como afirmó el decreto Ad
gentes (1965; cf. n. 2), emanado del Concilio que convocó el Papa Juan”.
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