Para que los pastores de la Iglesia, con profundo amor por su rebaño, acompañen
su camino y animen su esperanza, es la intención misionera o por la
evangelización que propone el Papa Francisco para el mes de noviembre.
El
Papa Francisco, en su reciente viaje apostólico a Cuba y Estados Unidos, se
reunía con los obispos de este último país en la Catedral de San Mateo, en
Washington. Allí hablaba de la misión que tienen todos los obispos, incluido él
mismo, como pastores:
“Somos
obispos de la Iglesia, pastores constituidos por Dios para apacentar su grey.
Nuestra mayor alegría es ser pastores, y nada más que pastores, con un corazón
indiviso y una entrega personal irreversible. Es preciso custodiar esta alegría
sin dejar que nos la roben. El maligno ruge como un león tratando de devorarla,
arruinando todo lo que estamos llamados a ser, no por nosotros mismos, sino por
el don y al servicio del «Pastor y guardián de nuestras almas».
La
esencia de nuestra identidad se ha de buscar en la oración asidua, en la
predicación y el apacentar.
No
una oración cualquiera, sino la unión familiar con Cristo, donde poder encontrar
cotidianamente su mirada y escuchar la pregunta que nos dirige a todos: «¿Quién
es mi madre y quiénes son mis hermanos?». Y poderle responder serenamente:
«Señor, aquí está tu madre, aquí están tus hermanos. Te los encomiendo, son
aquellos que tú me has confiado». La vida del pastor se alimenta de esa
intimidad con Cristo.
No
una predicación de doctrinas complejas, sino el anuncio gozoso de Cristo, muerto
y resucitado por nosotros. Que el estilo de nuestra misión suscite en cuantos
nos escuchan la experiencia del «por nosotros» de este anuncio: que la Palabra
dé sentido y plenitud a cada fragmento de su vida, que los sacramentos los
alimenten con ese sustento que no se pueden proporcionar a sí mismos, que la
cercanía del Pastor despierte en ellos la nostalgia del abrazo del Padre. Estén
atentos a que la grey encuentre siempre en el corazón del Pastor esa reserva de
eternidad que ansiosamente se busca en vano en las cosas del mundo. Que escuchen
siempre de ustedes una palabra de aprecio por su capacidad de hacer y construir,
en la libertad y la justicia, la prosperidad de la que esta tierra es pródiga.
Pero que no falte el coraje sereno de proclamar que es necesario buscar no «el
alimento que perece, sino el que perdura para la vida eterna»”.
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