El Papa Francisco ha publicado, con motivo de
la conclusión del Año de la Misericordia, la carta apostólica “Misericordia et
misera”. Una carta que comienza recordando la escena de Jesús y la adúltera
para afirmar que “la misericordia no puede ser un paréntesis en la vida de la
Iglesia, sino que constituye su misma existencia, que manifiesta y hace
tangible la verdad profunda del Evangelio”.
Señala el Papa además que, “ahora, concluido
este Jubileo, es tiempo de mirar hacia adelante y de comprender cómo seguir
viviendo con fidelidad, alegría y entusiasmo, la riqueza de la misericordia
divina”.
De ahí que, señala la carta, “en primer lugar
estamos llamados a celebrar la misericordia”, tan presente en la liturgia de la
Iglesia. Además “en toda la vida sacramental la misericordia se nos da en
abundancia”, mencionando el Papa en especial los sacramentos de la
Reconciliación y la Unión de Enfermos. Y puesto que “la Biblia es la gran
historia que narra las maravillas de la misericordia de Dios”, el Papa
Francisco desea en esta carta que “la Palabra de Dios se celebre, se conozca y
se difunda cada vez más, para que nos ayude a comprender mejor el misterio del
amor que brota de esta fuente de misericordia”.
El Papa ha valorado el servicio prestado por
los Misioneros de la Misericordia, a los que da las gracias, y ha querido que
este ministerio extraordinario “se prolongue todavía, hasta nueva disposición,
como signo concreto de que la gracia del Jubileo siga siendo viva y eficaz, a
lo largo y ancho del mundo”.
Anima además el Papa a todos los sacerdotes a
prepararse “con mucho esmero para el ministerio de la Confesión, que es una
verdadera misión sacerdotal”. Por eso, y se incluía él mismo como sacerdote,
“con vistas a este ministerio, nosotros hemos sido los primeros en ser
perdonados; hemos sido testigos en primera persona de la universalidad del
perdón. No existe ley ni precepto que pueda impedir a Dios volver a abrazar al
hijo que regresa a él reconociendo que se ha equivocado, pero decidido a
recomenzar desde el principio”. En consecuencia, extiende a todos los
sacerdotes la facultad “de absolver a quienes hayan procurado el pecado de
aborto”, además de prolongar la validez y licitud de la absolución otorgada por
los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X.
“La misericordia tiene también el rostro de
la consolación”, señala. Ante el sufrimiento y el dolor, el Papa sugiere: “una
palabra que da ánimo, un abrazo que te hace sentir comprendido, una caricia que
hace percibir el amor, una oración que permite ser más fuerte…”; aunque “a veces
también el silencio es de gran ayuda; porque en algunos momentos no existen
palabras para responder a los interrogantes del que sufre”.
Y concluye con que “la cultura de la
misericordia se va plasmando con la oración asidua, con la dócil apertura a la
acción del Espíritu Santo, la familiaridad con la vida de los santos y la
cercanía concreta a los pobres. Es una invitación apremiante a tener claro
dónde tenemos que comprometernos necesariamente”. “Este es el tiempo de la
misericordia”, insiste el Papa. (OMPRESS-ROMA)
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