jueves, 2 de noviembre de 2017

TESTIMONIO DE UN JOVEN TINERFEÑO EN VERANO MISIÓN



¡Gracias! No encuentro mejor forma para expresar lo que ha supuesto para mí esta segunda experiencia de verano-misión. Gracias a Dios, porque solo Él es el artífice de todo esto; sino fuera así, ante la primera dificultad, y dependiendo únicamente de mis fuerzas, hubiese tirado la toalla. Gracias a mi familia, primero la de sangre, por su apoyo incondicional, a pesar de tantos miedos y preocupaciones. También, a la familia de la comunidad parroquial a la que pertenezco, por su oración, su confianza y su solidaridad. Gracias a la que a día de hoy, considero también mi comunidad, a las gentes de la Parroquia de Saint Louis de Adiake (Costa de Marfil). Gracias a las Sœur des Pauvres, la comunidad de hermanas que nos acogieron con tanto cariño, por tantas sobremesas y por mostrarnos la realidad del pueblo marfileño.


La experiencia misionera que este año volvió a llevarme por segunda vez a Costa de Marfil, estuvo impregnada por varias cosas, confianza, servicio y realidad.

Confianza plena en Dios, que como decía, es quien articula todo este proyecto. El viaje se presentaba lleno dudas y cada nueva dificultad no era vista como reto, sino como un punto más en el marcador del pesimismo y la frustración. Así, por ejemplo, lo que en principio iban a ser tres semanas de experiencia se convirtieron en cuatro y de esto me enteraba justo antes de subirme al primer avión. De modo que la despedida a mis familiares fue muy desesperanzadora: "me voy, ahora, no sé exactamente cuando vuelvo". Al final toca poner todo en manos del que todo lo puede. Y no defrauda.

Servicio a los demás sin esperar nada a cambio. Y recibir todo a través de una sonrisa. Hace unos días, ya en Tenerife, de vuelta a la rutina, al sonar el despertador a las 6:30 de la mañana, sentí una pereza terrible. Ya de camino al trabajo, pensaba en como había pasado un mes levantándome a las 5:30 de la mañana, en como después de una ducha de agua fría y la Eucaristía, nos poníamos a servir en el orfanato, dando de comer, cambiando pañales, jugando con los pequeños... y como por la tarde tocaba preparar juegos y actividades con los niños y jóvenes de la parroquia. Y a todo esto sumarle el calor, la humedad, algún día de lluvia, el malestar físico, y sin embargo, cada mañana, cada noche y en cada visita al sagrario de mi boca solo salía la palabra: "gracias".


Realidad ante lo visto y vivido. Nada han tenido que ver estas dos experiencias de verano-misión en Costa de Marfil. La de 2016 estuvo bañada con tintes de sorpresa y novedad hacia la realidad humana que se vive en Adiake. Para este  2017 quedaron atrás esos tonos más amables. La realidad se me mostró sin matices. La vida en este pueblo es dura, llena de contrastes entre quien lo tiene todo y quien apenas tiene, y no por ello perder la esperanza, la alegría, una sonrisa. ¡Qué afortunados... o pobres, podemos llegar a ser solo por nuestro lugar de nacimiento!


Y esto me hace volver al principio, a dar gracias a Dios, por darme el don de la vida y concederme la gracia de descubrir que, una vida gastada por y para los demás es una vida ganada. 

(Leo Yanes)

0 comentarios :

Publicar un comentario