Para que los seminaristas y los novicios y novicias tengan formadores que vivan
la alegría del Evangelio y les preparen con sabiduría para su misión. Esta es la
intención misionera o por la evangelización que propone el Papa Francisco para
este mes de junio.
Y
es también lo que pedía el mismo Papa a los obispos de Burundi, una Iglesia
joven, con muchas vocaciones, llegados a Roma en visita ad limina: “No puedo
dejar de alentaros a cuidar la formación de los seminaristas, a los que el Señor
llama en gran número en vuestro país, y me alegro de la reciente apertura del
cuarto seminario mayor. Además de la indispensable formación intelectual, los
futuros sacerdotes también deben recibir una sólida formación espiritual, humana
y pastoral. ¡Son los cuatro pilares de la formación! En efecto, durante toda su
vida, en la cotidianidad de sus relaciones humanas, llevarán el Evangelio a
todos; en el ministerio sacerdotal no debe haber «un predominio de lo
administrativo sobre lo pastoral, así como tampoco una sacramentalización sin
otras formas de evangelización» (Evangelii gaudium, 63). El diálogo personal que
el seminarista mantiene con el Señor es el fundamento de todo itinerario
vocacional. De esta fuente deberá brotar el impulso misionero del sacerdote,
llamado a «salir» decididamente de sí mismo para anunciar el Evangelio. Hoy las
vocaciones son frágiles, y los jóvenes tienen necesidad de ser acompañados
atentamente en su camino. Deben contar con formadores sacerdotes que sean
verdaderos ejemplos de alegría y de perfección sacerdotal, que estén cerca de
ellos, compartan su vida y los escuchen verdaderamente para conocerlos bien y
guiarlos mejor. Sólo de este modo se puede realizar un discernimiento correcto y
evitar errores desagradables”.
(OMPRESS)
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