Domingo 21 de agosto, 17:30
horas. Aeropuerto de Los Rodeos (Tenerife). Después de siete horas de vuelo y
otras cinco horas más de escala, mis compañeros del GAMIR y yo llegábamos a
casa. Con los abrazos de nuestras familias, amigos y compañeros concluía esta
experiencia misionera que nos llevó hasta Costa de Marfil… En ese instante,
comencé otro viaje, hacía el interior,
hacia lo profundo del corazón, para encajar todo lo vivido y sentido en esta,
mi primera experiencia misionera.
Pero… vayamos al principio. Me
llamo Leo, soy del norte de Tenerife, para ser exactos de La Orotava. Hace cosa
de un año conocí a GAMIR, un grupo de jóvenes con espíritu misionero que desde
hace algunos años regalan parte de su tiempo vacacional a escuchar, compartir y
vivir la fe en el continente africano. Lo que me llevó hasta este grupo de
animación misionera fue una palabra: COMPROMISO; una acción: CONVERSIÓN; y una
persona: JESÚS. Luego viene la parte romántica y aventurera que rescata los
recuerdos de la infancia cuando veía en el programa “Pueblo de Dios”, los
reportajes de misioneros rodeados de gentes tan variopintas, tan diversas en
sus formas de vestir, alimentarse, vivir.
Así que, con mis 36 años, desde
mi realidad concreta y a sabiendas que nunca podré devolver todo el amor que he
recibido de Él, decido a corresponder a su entrega, entregando parte de mi
tiempo a la misión. Pero aclaro una cuestión: después de un año de formación,
de oración, de discernimiento… poniendo en orden las ideas, colocando en el
centro de todo el proyecto la persona de Cristo, pues debe ser Él quien debe
brillar en toda misión y nosotros ser sus instrumentos. Con la oración, la
comprensión y el apoyo de la comunidad y la familia. Formando grupo y comunidad
de fe con los compañeros de GAMIR y el padre Evariste, sacerdote marfileño que
nos abrió las puertas de su país.
Costa de Marfil, está situado en
el golfo de Guinea. Límita con Liberia, Guinea, Malí, Burkina Faso y Ghana. Los católicos representan un 21, 10% de la
población. En su manera de vivir la fe, destaca su amor a la Virgen María, la
alegría en la vivencia de las celebraciones; es una iglesia joven, con gran
cantidad de vocaciones a la vida sacerdotal, sólo en la Parroquia de Saint
Louis-Adiaké contaban con tres seminaristas, un párroco y un vicario
parroquial.
Además de vivir la fe con la
comunidad de Saint Louis, presté mi servicio en el orfanato de Los Ángeles, a
cargo de unas religiosas de origen italiano. Fue allí donde descubrí el rostro
de la misericordia del Padre, encarnado en tres chicos con parálisis cerebral:
Joseph, Jesuh y Lacina… Allí descubrí que la misión no es hacer, es SER, ser
uno con el hermano, sin importar su color de piel, su edad, su sexo, su idioma
o su forma de pensar o sus creencias. Sigo dando gracias a Dios por llevarme
hasta allí, para seguir ahora aquí misionando.
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