Ayer, en el
marco de la Asamblea
Plenaria de los obispos españoles, el director nacional de
las Obras Misionales Pontificias en España, D. Anastasio Gil, presentaba el
informe anual a la
Conferencia Episcopal de las actividades de esta institución
misionera. Articulado en seis partes, sometía a la consideración de los
prelados españoles las cuestiones más fundamentales que afectan a la
responsabilidad misionera de las Iglesias particulares.
En la primera
parte de su exposición, “el tesoro de nuestros misioneros”, D. Anastasio Gil,
exponía la que es la “primera y principal tarea” de las Obras Misionales, “atender,
acompañar y ayudar a los misioneros, porque sin misioneros nos hay misión”. Sin
perder de vista la universalidad de la Iglesia se ha puesto la atención en los
misioneros españoles que actualmente están en la misión o en los ámbitos
territoriales eclesiales necesitados de esta cooperación. “En breves semanas”,
señalaba el director de las Obras Misionales, “sabremos, con certeza, quiénes
son, dónde se encuentran, en qué diócesis fueron bautizados los 14.000
misioneros españoles esparcidos por el mundo. En su mayoría son religiosos,
pero es significativa la existencia de un millar de sacerdotes diocesanos y
unos 800 laicos”. Con una labor permanente de actualización, estos datos
permitirán hacer un estudio sobre su movilidad y las razones de sus cambios de
destino misioneros, además de “informar a la opinión pública de la contribución
de estos misioneros al bien de la humanidad y en especial de los más pobres y
necesitados”.
El segundo punto
tratado es la relación con las delegaciones diocesanas de misiones. El director
nacional, en el año y medio que lleva en el cargo, ha tenido la oportunidad de
visitar las delegaciones diocesanas de misiones de 61 diócesis. Ha constatado
una clara laguna. “Se trata de la escasa información que el clero joven tiene, en
su mayoría, sobre las Obras Misionales Pontificias, o sobre otros servicios
misioneros de la
Conferencia Episcopal , como es el caso de la Obra de Cooperación
Sacerdotal Hispanoamericana, OCSHA, o del Fondo Nueva Evangelización”. Una
carencia que se evitaría, a su juicio, incorporando la Teología de la Misión en los programas de
estudio.
Se constataba,
en el tercer punto, que no hay la misma generosidad por parte de los fieles a
la hora de ayudar a proyectos pastorales, como la que se constata en favor de
los proyectos sociales. Tras insistir ante los obispos españoles sobre el
carácter único de las Obras Misionales Pontificias como medio de comunión entre
nuestras Iglesias y las Iglesias en misión, además de garantía de la justa
distribución de los bienes, D. Anastasio Gil pedía evitar planteamientos
reduccionistas respecto a la cooperación económica en la Iglesia , recogidos en el
término solidaridad, planteamientos y “modos que van desplazando de nuestro
lenguaje el concepto cristiano de la caridad”.
En el apartado
cuarto dedicado a la cooperación económica, se recordaba que las Obras
Misionales Pontificias atienden las necesidades de los 1.103 territorios de
misión, el 40% de la Iglesia
católica. “Me satisface informarles”, señalaba D. Anastasio, “que el ejercicio
económico 2011 no ha seguido el descenso de aportaciones de los fieles de los
tres últimos años. Al contrario, se ha incrementado en un 4,5%, especialmente
en las parroquias”. Agradecía, por ello, a los responsables diocesanos la
diligencia y transparencia en la gestión de los ingresos y de los gastos.
En la relación
con los medios de comunicación, la quinta parte de la exposición, se constataba
la sensibilidad de los mismos con la misión y los misioneros, aunque, “la
transmisión de su testimonio, en muchas ocasiones, aparece sesgada y reducida a
la simple cooperación material y humana, dejando en la penumbra, en muchos
casos, la razón fundamental de su presencia en esos países”. Se está realizando
un esfuerzo en este sentido porque lo que se desea en este apartado “no es sólo
hacernos eco de cuanto sucede en la misión, sino ser generadores de
informaciones positivas emanadas de la actividad ordinaria de la misión”.
Por último, en
la dimensión misionera y la iniciación cristiana, el director nacional
expresaba el deseo de las Obras Misionales Pontificias de colaborar con las
diócesis en el desarrollo de la dimensión misionera y apostólica especialmente
en los niños y jóvenes. Es una tarea en la que ha de implicarse cada delegación
diocesana de misiones, y también los misioneros que han retornado después de un
prolongado tiempo en la misión ad gentes”.
D. Anastasio Gil
concluía su exposición señalando que el desarrollo de la dimensión misionera en
la pastoral ordinaria garantiza la formación católica y universal de los fieles
cristianos. “Este es el genuino sentido de la repetida expresión ‘la misión
está aquí’ que, lejos de disuadir de la vocación misionera a quienes han sido
llamado a anunciar el Evangelio en otras fronteras, puede ayudar a descubrir la
necesidad del primer anuncio en muchos de nuestros coetáneos”.
Para leer el
informe completo:
http://www.omp.es\OMP\documentos\ompcem\informeompplenaria2012.pdf
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